San Isidro, labrador
Por parte de Luis Pérez Simón, Franciscano
El próximo día 15 de mayo celebraremos
la fiesta de San Isidro, labrador, madrileño,
nacido hacia finales del siglo XI, patrono
del campo español. En Alcázar es fiesta
local. El fervor del pueblo rodea la figura
del Santo con romería a su ermita, bien
cuidada y ornamentada los últimos años,
para favorecer el acceso a ella, donde
se ora, se disfruta y se pasa una jornada
divertida, con entretenimientos diversos.
El Santo ha sido honrado tradicionalmente
con diversos festejos: procesiones,
romerías, verbenas, ferias y actos religiosos.
En nuestro pueblo, la Hermandad de San
Isidro mantiene y promueve todas estas
cosas, preparando la fiesta con un triduo en
la iglesia de San Francisco, de donde sale la
romería hasta la ermita.
San Isidro fue un trabajador del campo,
sencillo y humilde, que supo unir el
esfuerzo humano con la fe y la esperanza
en la providencia divina. Hombre piadoso
que madrugaba para buscar la protección
de Dios en su quehacer diario, yendo de
madrugada a la iglesia (¡costumbre de
los labradores castellanos hasta no hace
tanto tiempo!). Por causa de sus rezos
fue envidiosamente acusado y criticado
por algunos de sus compañeros ante su
patrono: “¡Reza mucho, pero trabaja poco!”.
Por eso, ¡eran los ángeles los que araban!
Se le atribuyó la dota de descubrir
corrientes de agua, lo que explica su
relación con el agua: el pozo, la fuente
del Santo en la madrileña pradera del
Manzanares, el milagro de salvar a su hijo
caído en el pozo… Es un reconocimiento
a la evidente necesidad del agua para
el campo. Sentir bien distinto al que no
hace tantos años se quiso imponer bajo la
concepción progresista de que “el agua no
caía del cielo”, por lo que no haría falta
rezar a Dios ni pedirle la lluvia ni hacer
rogativas…
Parece que el buen sentido de la gente
sencilla mantiene la costumbre y devoción
popular –la fe- en que también el agua es
don del cielo. Para los creyentes, la fiesta
del Santo nos recuerda:
“Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso
de la tierra, esperando con paciencia hasta
que recibe la lluvia temprana y tardía… Elías
rezó insistentemente para que no lloviera,
y no llovió sobre la tierra durante tres años
y seis meses. Volvió a rezar, y el cielo dio la
lluvia y la tierra produjo su fruto” (Sant 5,
7.17-18). Nos inculca la espera paciente y
activa.
“Como el sarmiento no puede dar fruto por
sí, si no permanece en la vid, así tampoco
vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos” (Jn 15, 4-5). La
fe y el amor nos unen a Cristo. La unión de
los creyentes a Cristo es fruto del amor.
La vida y el ejemplo de los Santos
nos enseñan y ayudan a trascender lo
inmediato y a pensar y confiar en Dios y su
amor a nosotros.
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Revista San Isidro 2015

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