Breve historia agrícola y ganadera
Autor: Jaime Gallego Monedero
Alcázar en el tiempo (3ª parte)
En el primer tercio del siglo XIX la crisis de subsistencia más
violenta se padeció entre 1802 y 1806. Aunque, en Toledo, en los
peores meses de 1802, las arcas arzobispales soportaban el pago
de un cuarto por cada pan vendido en las tahonas, la crisis afectó
por igual a todos los cereales y a todas las provincias.
Alcázar, al situarse dentro de una gran zona productora de trigo,
su Priorato, con posibles excedentes y relativamente alejada de
Madrid, tiene unas diferencias de cotización más reducida que en
el resto de mercados. En 1800-1801 existió una desigualdad de 5,5
reales (52 reales, frente a 46,5 reales); en 1801-1802 se llegó a los
41,3 reales (91,3 reales, frente a 50); y en 1802-1803 no superó los
16 reales (86 reales, frente a 70).
Sin embargo, en julio de 1802 el precio subió, alcanzando valores
por encima de los de los otros mercados. En agosto, el valor del
trigo descendió a 70 reales, pero en diciembre ya costaba 85
reales cada fanega, y con pequeñas fluctuaciones mantuvo esta
estimación hasta ese mismo mes de 1803.
Alcázar tenía un comportamiento extraño. En marzo de 1802
marcaba una cotización del trigo 25 reales por debajo de la de
Madrid y 20 reales por debajo de Toledo y Ocaña, pero en tres
meses sobrepasó a estas ciudades, al pagarse cada fanega a 90
reales. Compras en el Priorato con destino a Madrid o para proveer
al ejército ante lo barato de su precio, podrían ser la explicación a
este fenómeno, pero la consecuencia fue una subida que explicaría
en parte los motines de hambre de Herencia, Manzanares y de
otras poblaciones del sudeste de la provincia de Toledo.
 Las cotizaciones mensuales medias registradas en el «El Correo
Mercantil de España y sus Indias» en el mercado alcazareño fueron
(valor en reales):
 La etapa de la guerra de la independencia solo va a dejar miseria,
pues los guerrilleros y los franceses van a vaciar los pósitos de los
pueblos por los que pasan o en los que se asientan. Así, mientras
que en 1809 se le abría el pósito de Alcázar al Tío Camuñas, los
franceses lo saquearán en septiembre de 1811. Estos saqueos
durarán hasta 1813, año en que los franceses se retiran al norte,
pero la agricultura necesitará de manos jóvenes que recuperen
todo lo perdido.
Con la desamortización de Mendizábal, las tierras pertenecientes
a la Iglesia y a las Órdenes militares fueron vendidas, pero en
lugar de ir a las manos de sus aparceros, fueron a engrosar las
propiedades de los grandes propietarios.
En 1857, Madrid celebró una exposición agrícola donde D. Juan
Álvarez Guerra expuso algunos de los productos de sus fincas,
obteniendo una medalla de bronce para el candeal y mención
honorífica para las almortas, vinagre, queso y barrilla.
En 1867, el Alcalde afirmaba que “el plantío de este término es muy
poco, pues es muy corto el número de olivas en que exclusivamente
consiste ya que las viñas son tan pocas que ni siquiera merecen
mencionarse. Se sacan por sus mismos dueños, por lo poco que
producen.” Los cultivos se reducían a candeal, centeno, avena,
cebada y titos, todo en tierra de secano. Tal era la situación, que
en 1868 y 1874 la sequía obligó a los labradores a echar las mulas
a la Vega, propiedad del Ayuntamiento, por no poder darles de
comer.
La Sociedad vasca Loidi y Zulaica S.A.
también pondrá sus bodegas en esta
población, en la calle Marqués de Mudela.
En 1869 la renta de los Bonos del Tesoro, propiedad del
ayuntamiento, sirvió para dar ayuda a 75 labradores, ayuda que
ascendió a 11.560 escudos. El ayuntamiento no pudo hacer frente
a la crisis que esta ayuda le supuso y dimitió en pleno.
En 1879 la plantación de viña consistía en 378 hectáreas de viña
vieja y 244 de viña nueva.
El ferrocarril trae industriales e inversores a la población. En 1867
abre sus puertas la Bodega del Marqués de Mudela (Francisco
José Ribas y Ubieta), en la calle que hoy lleva su nombre, con
muelle propio de ferrocarril. Por entonces el número de cepas en
el término se encontraba entre las 15.000 y 20.000, y la bodega
empezó a pagar a 75 céntimos de peseta la arroba de uvas.
En el término municipal de Alcázar de San Juan el cultivo de la vid
pasará de casi no existir a un aumento significativo: 622 Has. en
1869, 3.500 Has. en 1884 y 4.595 Has. en 1888.
D. Julián Prats, comerciante de tejidos de Madrid y presidente del
Círculo de la Unión Mercantil, puso en marcha las bodegas que
más tarde serán las Bilbaínas.
Tres militares, Julián, Honrubia y Rojas, fundarían la Bodega de la
Espada en la calle de la Unión, plantando viñas en la Madrila y las
Cuadrillas.
La Sociedad vasca Loidi y Zulaica S.A. también pondrá sus bodegas
en esta población, en la calle Marqués de Mudela.
Las Exposiciones se suceden y, en 1882, con motivo de la
inauguración de la Estación Vitícola y Enológica de la capital,
Alcázar es invitada. En la Exposición de París de 1889 era
galardonada la Bodega de la Espada por varios de sus vinos.
Y seguían las plagas de langosta. 1886 se recordará por ser uno de
los años en que las cosechas fueron más afectadas. El 6 de junio
de 1890 el Ayuntamiento aprueba “anticipar 2.000 pesetas de
los fondos municipales para acabar con la plaga de langosta que
amenaza destruir sembrados y plantíos”.
También de finales de siglo es la bodega “La Covadonga”, puesta en
marcha por la Banca Herrero. La construcción es de Eduardo Adaro
Magro(1848-1906).
El “Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de
la administración, Madrid 1985” informa que “En 1894 Alcázar
contaba con ocho fábricas de aguardiente, tres de bizcochos, una
de harina, una de bebidas gaseosas, una de pólvora, dos de quesos y
una de yeso.”
Alcázar empieza a ser una ciudad de peso económico en la
provincia.
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Revista San Isidro 2015

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