· articulos · 6 min de lectura
Yolanda Gallego Monedero
Real Colegiata de San Isidro Labrador en Madrid
En 1620 el arquitecto Pedro Sánchez diseñó la Colegiata de San Isidro de Madrid, quien comenzó dos años después y hasta 1633 a dirigir su construcción, en el terreno en que en el siglo XVI había sido construida la parroquia de San Pedro y San Pablo. Posteriormente, los arquitectos jesuitas Francisco Bautista y Melchor de Bueras, se encargaron de acabar su construcción, en el año 1664.
La emperatriz María de Austria, hija de Carlos I, legó su fortuna a la Compañía de Jesús en testamento, a fin de que fuera construida esta Colegiata en el solar de la iglesia, que fue derribada para tales fines.
Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador. Real Colegiata.
Trece años antes de la terminación del templo, el 23 de septiembre de 1651, se consagró, siendo adscrito a dicha compañía y bajo la protección de San Francisco Javier. En 1767 fueron expulsados los jesuitas, transformándose en Colegiata, y quedando en 1769 bajo la advocación de San Isidro Labrador. Ese mismo año, se trasladó desde la iglesia de San Andrés a la Colegiata el cuerpo de San Isidro (que había sido custodiado desde el siglo XVI en la Capilla de San Isidro) y las reliquias de Santa María de la Cabeza.
En 1885, con la constitución de la diócesis de Madrid, pasó a ser la catedral provisional de esta ciudad, hasta 1993, cuando recuperó la categoría de colegiata.
En plena Guerra Civil, en el año 1936, la colegiata sufrió un incendio intencionado, destruyéndose en él numerosas obras de arte, y quedando dañada la estructura del edificio, especialmente las cubiertas. Acabada la guerra, el arquitecto Javier Barroso, dirigió las obras de reparación y remodelación de la colegiata, modificándose algunos de los elementos originales del edificio, y terminándose las dos torres de la fachada original, que aún habían estado inacabadas.
Desde 1978 es sede canónica de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena. Si se desea ver en procesión a estas venerables imágenes sevillanas, puede hacerse la tarde del Jueves Santo.
Arquitectónicamente hablando, la Colegiata de San Isidro es uno de los edificios religiosos más representativos del Madrid del siglo XVII. De estilo barroco, cuenta con una planta de cruz latina de una sola nave, con bóveda de crucería, capillas laterales, y cúpula de estilo jesuita.
La fachada principal está realizada en piedra de granito, con un cuerpo central de cuatro columnas corintias, en el que impera una escultura grupal con las efigies de San Isidro y Santa María de la Cabeza. A su vez, las columnas son coronadas por capiteles con doble hilera de hojas de acanto con molduras de ovas, obra del arquitecto Francisco Bautista.
A ambos lados del cuerpo central dos pilares corintios sirven de apoyo a las torres laterales, de planta cuadrada, acabadas en capiteles octogonales, rematados con aguja en la reforma posterior a la guerra civil.
La cúpula encamonada, falsa cúpula de yeso, con armazón de madera y capitel empizarrado, es de origen francés, introducida por Francisco Bautista en esta construcción. Posteriormente, el código arquitectónico del agustino recoleto fray Lorenzo de San Nicolás se encargó de divulgarla entre los alarifes castellanos, justificando su éxito por el escaso peso que ofrecía y el abaratamiento de los costes, al prescindir de la piedra como material de construcción. Se convertía así en la cubierta más idónea para las épocas de dificultades financieras.
En el interior de la Colegiata, y después del incendio del 36, se conserva el sarcófago con las reliquias de San Isidro, custodiadas hoy en día en el retablo mayor, y algunas pinturas y esculturas. Sirva como ejemplo el retablo “La Sagrada Familia”, que preside la capilla del Pilar, obra del pintor Sebastián de Herrera Barnuevo.
El simple hecho de que Madrid fuera la capital de España y de la conveniencia de la monarquía de poseer instituciones eclesiásticas propias en la capital, hizo que esta iglesia, que no era sino un Real Colegio de Jesuitas, pasara a ser por efecto de la burocracia, Real Colegiata. Si bien es cierto, sus miembros poseían el título de canónigos, clérigos que se reunían en vida común, subordinados a un prelado o superior bajo reglas especiales de disciplina y obediencia. Así, entre 1790 y 1800, el “Real Colegio” pasa a ser “Real Colegiata”.
Desde 1767, San Isidro se convirtió en parroquia, reteniendo el título de Capilla Real, que lo ostentaba desde la época de Felipe IV. Son estos mismos capellanes, eso sí muy numerosos con Carlos IV, los que se transformaron en canónigos en virtud de Bula de Pío VI, de 20 de mayo de 1788. Según esta Bula los capellanes de San Isidro llevarían ad personam el título de canónigos, con las mismas prerrogativas que los de las Iglesia Catedrales. La Bula va dirigida a los capellanes, no a la Parroquia, ni convierte a San Isidro en Colegiata. Sin embargo, la Parroquia y Real Capilla de San Isidro de Madrid pasó a denominarse Colegiata sólo porque su clero tenía el título de canónigos por arte de la Bula de Pío VI.
En 1815 regresan los jesuitas a San Isidro. Poco decir de sus relaciones con los canónigos de Pío VI, por lo que en 1818, quedan los canónigos suprimidos, aunque se restablecieran de nuevo entre 1820 y 1823. La Iglesia de San Isidro permaneció en manos jesuitas hasta la desamortización. No obstante, dado que la Real Capilla no se había disuelto, ni la Bula de Pío VI había sido derogada, tras la segunda desaparición de los jesuitas, vuelve a haber capellanes en San Isidro, que, de nuevo, reclamaron el uso de su condición de canónigos.
La Bula de creación de 1885 “oficializa” canónicamente San Isidro en la medida que ya la denomina Colegiata, aunque en realidad lo que hace es transformar el Cabildo de Capellanes existente con título nominal de canónigos en un verdadero Cabildo Catedralicio. Este mismo Cabildo es el que se traslada a la Catedral de la Almudena una vez inaugurada, de modo que no hay cabildo nuevo en San Isidro, si bien recuperó, a efectos puramente honoríficos y quizás sólo en virtud de la mención de la Bula de 1885, el título de “Colegiata” que jamás ostentó de derecho.